“EL MENSAJERO”

Aun suenan las campanas de la iglesia esperando que un enviado divino retome los buenos caminos.
En la esperanza un pueblo localizado a 100 kilómetros de la capital del salvador lloran desde hace quince días la muerte de quien fuera el predicador más grande que hubiese aparecido alguna vez por esa región. Entre lágrimas recuerdan los sermones y la simpatía de aquel hombre canoso y delgado que llego un ocho de abril a recordar las promesas de Dios.
El padre Antonio “el mensajero” como lo llamaban de cariño, llego una tarde calurosa envuelto en medio de largos ropajes, sombrero de copa y botas de cuero. Proveniente de España, su acento y buen genio gustaron desde el comienzo.
“Mi esposo fue quien lo recibió, le cargo las maletas y lo llevo hasta la iglesia, le mostro el pueblo y nos lo presento” recuerda entre lagrimas Marina Segreira una centenaria mujer, mientras sostiene e l rosario entre las manos.
Famoso por su buen hablar y elegancia al pasar, el padre Antonio recorría las calles polvorientas de aquel pueblo alejado y tirado al olvido, cuyo destino había sido echado a la suerte, por gobernantes que lo dejaron a la merced de moradores que con arma en mano ponían el orden sin justicia ni ley.
Desde su llegada, la esperanza comenzó a hacerle honor a su nombre, los sabios consejos del padre, reconfortaban el alma de aquellos a quienes las injusticia y el poder sin ley, habían robado las ganas de creer y emerger.
En una de sus caminatas matutinas el padre Antonio conoció a Andrés un simpático chiquillo, amante del futbol y fiel admirador de Pele. En medio de golpes y piedras lo vio correr, hasta su casa lo siguió y frente a su madre lo regaño. Desde entonces y como lo recuerda el pueblo aquel pequeño sería el monaguillo Andrés.
“Desde que mi hijo se convirtió en monaguillo, cambió, respetaba más la casa y me ayudaba con los quehaceres y hasta los malos hábitos dejó” comenta triste y en medio de suspiros Dolores Peréz madre del pequeño Andrés.
Las misas dominicales famosas por los sermones que sin miedo pero con peso daba el padre Antonio eran las preferidas por el pueblo, sin falta cumplían la cita y al sonar de las campanas corrían de prisa.
El panorama cambiaría la mañana del pasado 18 de Julio, cuando el reloj marco las diez. En medio del padre nuestro, un hombre entro a la iglesia, arma en mano jalo el gatillo que sin previo aviso soltó el disparo que a padre y a monaguillo mato.
Porque señor, porque nos abandonaste!, exclama Marina Segreira con un grito desesperado y una suplica entre dientes ,mientras reza a la virgen, encomendando el alma de los dos caídos.
Desde que la muerte las puertas de la iglesia toco, los feligreses se quedaron sin celebrar la misa, pues no tienen un padre guiador. Cada uno en su casa espera que algún día, la guerra permita que al pueblo vuelvan los padres y se queden con ganas de enseñarles los misterios divinos y los mandamientos escritos.

La esperanza, el pueblo que vio crecer a Andrés y llegar al padre Antonio, hoy se envuelve entre el manto boscoso de la selva, lejos de la mirada de la justicia y muy cerca de las milicias. Aun suenan las campanas de la iglesia esperando que un enviado divino retome los buenos caminos.


cronica hecha con base en la historia de la canción de Ruben Blades el padre Antonio y el monaguillo Andres.

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