La costeña y el cachaco

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Así se titulaba la novela dirigida por Luis Alberto Restrepo que atrapó el prime time colombiano para narrar la historia de Sofía y Antonio, una costeña despistada que enamoró a un ejecutivo de la alta sociedad bogotana.

 

La historia que se cuenta a través del romance de estos dos personajes representa a la perfección los estereotipos que se han enraizado en la sociedad colombiana en la que muchos insisten en enfrentar a estas dos regiones. Aunque en un intento de no caer en los lugares comunes los guionistas crearon personajes de la costa y del interior del país que eran la antítesis de lo que se juzga, desde mi punto de vista creo que el peso de ratificar los imaginarios fue superior, el costeño flojo, risueño y mamador de ron y el cachaco aburrido, neurótico y trabajador.

 

Hace tiempo quería escribir sobre los enfrentamientos permanentes que observo en las redes sociales entre costeños y cachacos, que se reavivan cada vez que paradójicamente ocurre una tragedia, surge un hecho de corrupción o salta un vídeo de las fanfarronerías de Abelardo de la Espriella. Leo cómo las ofensas van y vienen de parte y parte, percibiendo el tufillo de superioridad de los unos a los otros, del mismo modo y en el sentido contrario. Observo que se da de todo, menos debates serios sobre lo importante.

 

Comencemos por analizar los datos, vamos a centrarnos en la región Caribe. Según el estudio realizado por José Manuel Tapias, en esta región existe una relación estrecha entre pobreza y violencia, que se agrava por la presencia de grupos armados al margen de la ley que se han disputado las riquezas y la ubicación estratégica del territorio (FARC, ELN, Paramilitares, EPL, BACRIM, etc.).

 

De acuerdo con cifras de la Unidad de Víctimas, Bolívar ocupa el segundo lugar en el país como uno de los departamentos más afectados por hechos victimizantes en el marco del conflicto armado y tiene una de las cifras más altas de desplazamiento, solo en el 2019, fueron desplazadas 1981 personas. Masacres como la de El Salado se han dado aquí, precisamente aquí.

 

Según datos del estudio realizado por el DANE (2018) sobre la pobreza multidimensional departamental, la región Caribe se ubica a la cabeza como la más pobre del país. Los departamentos de la Guajira, Sucre, Magdalena y Córdoba son los que presentan una mayor incidencia de pobreza en la región, siendo la Guajira el caso que más preocupa por presentar bajos índices con relación a la calidad de vida de sus habitantes, en aspectos básicos como acceso a servicios públicos, educación, empleo, salud, etc.

 

La investigación realizada por Adolfo Meisel Roca para el Centro de Estudios Económicos Regionales del Banco de la República muestra que el empobrecimiento de la costa perjudica al resto de Colombia, pues impacta directamente en el crecimiento económico del país. Entre algunas de las causas que identificó como parte del rezago de la región se encuentran las políticas económicas nacionales desfavorables en cuestión de tazas y aranceles, la menor inversión en infraestructura de transporte y capital humano (educación), así como el declive de las dinámicas exportadoras y una tasa de crecimiento demográfico superior al resto del país.

 

Cualquier colombiano debería conocer esta deuda histórica que existe en el país con la región Caribe, esto no es una realidad lejana ni un problema de los costeños que no han podido salir adelante por flojos y tomadores de ron, porque al fin y al cabo la corrupción y los problemas sociales de unos, como se observa, nos terminan impactando a todos. A menos que vivas en una burbuja imaginaria, los niños que se mueren de hambre en la Guajira o las familias que viven en la más absurda miseria cuando va aterrizando tu avión en Cartagena, habitan el mismo país donde duermes.

 

De igual forma la contaminación de Bogotá, los niños que viven en las alcantarillas, las personas que se mueren sin un centro de salud en el Choco y toda nuestra desigualdad nos recuerda que habitamos el mismo pedazo de tierra. Esta nota es un recordatorio para decirles que sin importar la región o la ciudad donde nacieron, es necesario que sepan que en el país existen realidades que nos unen y que hay zonas como la costa, donde la pobreza llega a ser tan dolorosa, que nos debería avergonzar como ciudadanos.

 

Al venir de una familia santandereana me encontré con que de niña mi papá era el cachaco del barrio (como todos los que no son de la costa), el del acento raro, en muchas ocasiones tuve y aún modifico la forma como hablo con los demás porque hay palabras que solo uso con mi familia y que en la costa me toca explicar. También comprendí que no era del todo caribeña cuando invité a unas empanadas a un amigo de la universidad y entonces descubrí que hacerlas con arroz no solo era un insulto sino un agravio a la gastronomía costeña, pero en cambio gané la conciencia de que disfrutar con el mismo placer tanto una changua como un mote de queso era tener el poder de disfrutar de la diversidad desde mi paladar.

 

Por eso me sorprendo cuando veo que alguien trata de imitar de forma burlona el acento de alguna región para ridiculizar o parodiar vulgarmente sus costumbres y criticar su pobreza con ánimo de dividir. El pobre siempre tiene la culpa de todo, yo prefiero enfocarme en comprender de dónde surgen sus actitudes y el peso brutal que determina sus acciones. Por favor, siéntase profundamente ridículo o ridícula si usted es de los que hace parte de este grupo de imitadores, porque si algún día sale a vivir por fuera del país, por suerte, esfuerzo o privilegio se dará cuenta de que afuera todos somos colombianos, mejor aún somos latinoamericanos.


PD: aquí ni menciono, ni incluyo, ni están en debate las puestas en escena de los influencers, eso es otro tema.

 

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