Mi concepto sobre el feminismo
¿Eres feminista? Me preguntó una
amiga hace poco en medio de una conversación, me sorprendí, primero no pensé
que mi discurso lo pareciera y segundo lo que yo creía era defender los
derechos de las mujeres, según esta pregunta había pasado a ser un discurso encasillado
en un término dogmático para la sociedad, ¿así me estaba mostrando?
A lo que respondí no, pero no en
el sentido feminista que crees dije, para mí el feminismo es algo más que
atacar a los hombres, es saber que podemos estar en la misma posición y eso no
es estar de un lado u otro, ciertamente estoy en desacuerdo con los movimientos
mundiales que han hecho ver al feminismo como un ataque progresivo hacia los
hombres y a las mujeres en un rol de superioridad, pero no puedo negar que hoy día y especialmente en Latinoamérica, la mujer no sólo cumple varios roles sino
que se les exige por ellos y en vez de compartir las responsabilidades con sus
compañeros, parecen ser las herederas de más deberes que de derechos.
Después de leer el discurso de
Emma Watson embajadora de la ONU sobre la campaña Libertad que busca promover
la equidad de género, comprendí que hay muchas mujeres como yo que estamos
buscando en nuestros entornos cambios profundos que van desde el mismo núcleo
familiar, que por algún motivo despertamos al conocimiento y la conciencia de
que es imposible emprender una evolución real, más allá de la tecnológica si
continuamos dejándole a la sociedad hombres machistas, duros, agresivos y
mujeres tristes, sumisas, incapaces de tomar las riendas de un hogar en compañía
y transformar las creencias de las futuras generaciones con ejemplos y no con
palabras.
Sí, estoy convencida, que las
mujeres en nuestra naturaleza somos bellas, importantes, capaces, inteligentes,
que lo que se muestra como nuestras “debilidades” son realmente las partes del
rompecabezas que los hombres llegan a complementar, que no es cierto que ellos
deban ser de un modo u otro, no tienen porque ser menos sensibles o cariñosos,
es también su derecho expresarse y sentirse amados, que estamos como humanos
para ser parte del otro y que nuestra convivencia afecta por igual al que
duerme a nuestro lado como el que trabaja con nosotros, es una cadena, que
comienza desde uno mismo y es nuestra voluntad de cambio y conciencia la que
nos permitirá construir relaciones más amables, honestas y felices.
Ahora que lo reflexiono, sí, soy
feminista, porque crecí en un hogar que me enseñó a servirle la comida al papa
cuando llegaba, a los hermanos, a los tíos, a arreglar la casa, cocinar,
limpiar, trabajar, atender, y esmerarme por todo, pero en ningún sentido a ser
tratada como igual o compartir las labores, aun teniendo hombres a mi alrededor
con todas las capacidades, con el tiempo comprendí que es una falsa creencia que viene desde las madres,
que también heredaron de sus madres y padres este sistema y trato, pero que hoy
yo, gracias a la educación, a la formación pero sobre todo al ejemplo que he
visto tanto de hombres y mujeres que rompieron este ciclo puedo decir que es un
error y que nunca el equilibrio se encontró poniendo de un lado un peso mayor.
Por eso invito a mis amigas a que
con amor enseñen a sus compañeros a compartir labores, que sean madres y padres
por igual, que nos olvidemos del discurso que nos hace creer que hay cosas que
ellos hacen y ellas no, que las diferencias nos unan y en especial que nuestros
hijos comiencen a ser esa generación que cambia el “los niños no lloran y juegan con muñecas” y “las
niñas no juegan con carritos ni corren como machos” porque una mujer maneja y
un hombre fácilmente puede ser el ensamblador de una muñeca, los estereotipos
nos hacen daño, porque no nos dan la libertad de expresarnos sea cual sea
nuestro género.
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