El tren de las solteras


Imagen de StockSnap en Pixabay 


Esta nota la escribí inspirada en muchas mujeres, en primer lugar gracias al podcast mujeres solitarias de Vanessa Rosales que conocí gracias a una buena amiga y que recientemente fue mencionado por Margarita Rosa de Francisco en su última columna, pero también en mis amigas, mis familiares y todas aquellas mujeres que de una u otra manera han tenido la generosidad de abrirme su corazón.

 

Shakira tenía razón, las mujeres casi siempre se casan antes de 30 si no viene la amenaza de que vestirán santos aunque así no lo quieran. La soltería como estado civil y social aplasta emocionalmente a quienes llegadas a cierto momento se están cuestionando su vida familiar, la idea de un matrimonio, un hogar o el reloj biológico. He visto como a muchas las arrastra a elecciones fatales en las que es preferible elegir a una mal pareja que quedarse sola.

 

Los juicios para las mujeres solteras se hacen hechos, como cuando un hombre que consideraba un buen amigo (casado) me llevó repentinamente a un motel sin preguntarme porque asumió que como era una mujer soltera y libre, estaba disponible para acostarme con cualquiera…

 

O como aquella vecina que se echó a llorar en mi hombro luego de que le dije que por ahora no quería marido, no solo me tocó consolarla para que no se desgarrara de dolor por lo que ella creía me esperaba una vida de soledad y penurias, sino escuchar en silencio el más triste y lapidario de los juicios, ten un hijo de quien sea, pero no te quedes sola. Sí, porque en una sociedad con doble moral siempre es preferible ser la madre soltera o la divorciada que lo intentó a la solterona que se quedó, aunque a todas nos juzguen por igual.

 

Ninguna quiere ser una solterona, nadie quiere quedarse sentada en la sala de baile mientras todas danzan amorosamente con sus parejas, nadie quiere ser el violín de las fotos, la tía universal como una vez me dijeron, porque los juicios que se tejen frente a estas elecciones son por encima de todo denigrantes.

 

La soltería como un espacio para la creación femenina hasta hace muy poco comenzó a tomar forma gracias a las feministas, pero se ha hecho popular en gran parte debido a las celebridades, a ser aceptada, incluso admirada, porque ser soltera si tienes una vida profesional productiva y además eres físicamente bella, viajas y vas a los bares de moda es una elección, mientras que para aquellas que son consideradas feas o de bajo perfil, fue algo que les tocó.

 

La soltería puede llegar a incomodar tanto que incluso encontrarás a otras mujeres que no se explican cómo no has podido consolidar una relación o iniciar una nueva después de un fracaso sentimental, aquí vienen los análisis de tus traumas, de tus errores, de tus problemas, de tus pretensiones, de lo que te falta, sin importar si esbozas una vida feliz o productiva. Esta es la normalización de los roles que nos estereotipan a todas bajo la misma lupa y en la que todas hemos caído inevitablemente como juezas o juzgadas.

 

Hemos crecido en una sociedad donde se ha acentuado la idea del amor romántico, ese que nos moldea hacia relaciones donde ellos son los príncipes de un cuento donde nosotras somos las princesas o las protagonistas incansables de la novela.

 

Muchas dirán que ese es un viejo cliché superado, pero hoy toma forma de maneras subconscientes y en otras explícitamente insospechadas. A menos que reconozcamos ese patrón seguiremos replicando viejos modelos que se han disfrazado de nuevas formas bajo la figura de mujeres activas y profesionales, que hoy a falta de un trabajo tienen dos, porque el oficio del hogar y de los hijos sigue siendo mayoritariamente el papel de ellas, aunque el marido a veces cambie los pañales o lave los platos.

 

A las mujeres que tienen el coraje de romper con esos viejos patrones no solo les espera un camino agotador sino la desesperanza que se agudiza con los comentarios “sin mala intención” que cuestionan permanentemente sus elecciones. Recuerdo aquel monologo de Pamela Palenciano en el que decía que las mujeres siempre están en una larga espera, en la espera del anillo, de que él se decida a ver cuándo asume el compromiso o que asuma apoteósicamente que ya es hora de comenzar un proyecto.

 

Cuando por fin él se decide las mujeres llevan su logro como una corona, porque bajo el techo de cristal se le sigue dando a los hombres mejores posiciones profesionales, económicas y sociales, en las que nosotras tenemos que aceptar que casi siempre son ellos quienes le pueden dar una mejor estabilidad económica al hogar. Cuando te das cuenta de eso, cuando te quitas la venda y lo aceptas porque es así y para eso solo tienes que hacer un repaso a tu entorno más allá de tu propio caso (por favor mira de forma colectiva) comprendes que estamos inmersas en limitaciones que no solo nos oprimen, sino que nos empujan hacia elecciones inevitablemente desventajosas.

 

Recuerdo a mi amiga Paula* una exitosa profesional en toda la extensión de la palabra en cuya confesión me regocijo, era una soltera que proclamaba a viva voz que quería ser una mujer mantenida, con un esposo millonario que le comprara ropa bonita y la pusiera a viajar, mientras ella cocinaba ricos platos, aprendía manualidades y oficios con los que desarrollar sus hobbies, su sueño frustrado decía y silencioso, porque era atacada cuando sin pena lo contaba. Nuestras estruendosas risas eran la más sincera aceptación de que el problema nunca ha sido la soltería o el matrimonio, sino el juicio permanente sobre la elección del tipo de vida que quieres como mujer.

 

Y a mi amiga Mónica* cuya fuerza como mujer y el reposo de una vida sana y de una soltería consciente que luego le permitió construir una productiva vida en pareja, se convirtió en un faro para mi, porque cuando tenemos referentes de mujeres a nuestro alrededor a quienes ver con admiración las cosas cambian de visor.

 

En la sociedad siempre hay categorías, los términos medios o los que no encajan se tienen que justificar o son objeto de preguntas directas, por no decir que son la comidilla social, porque hablar de soltería, sus virtudes y desasosiegos es sinónimo de que estás atacando el matrimonio y la vida en pareja, siempre los extremos.

 

Esta nota está escrita para que quienes se sientan identificadas con ella, sepan que hay muchas mujeres que están viviendo otro tipo de vida que no es necesariamente el convencional y no es para nada una posición de superioridad moral sobre las relaciones, ni un juicio para quienes han elegido el papel de esposa o de ama del hogar como proyecto de vida, porque esto no se trata de lo bueno o lo malo, sino de despertar a la realidad de que nuestras elecciones pasan brutalmente por el foco de múltiples juicios.

 

Nadie tiene que justificar sus decisiones ni su soltería, esa es su elección, su decisión y su derecho a elegir libremente lo que quiere hacer en la vida, eso incluye equivocarse en la esperada elección y volver a comenzar si así lo desea.

 

Al final siempre sonaremos como feministas resentidas para quienes son incapaces de aceptar que estamos en la vida para cuestionarnos las estructuras de poder que nos rodean y que eso suele tener consecuencias, largas esperas y a veces el dolor de momentos de soledad, pero creo firmemente que para quien tiene como meta crear una familia, siempre aparecerá alguien, porque, aunque suene romántico el verdadero amor nos iguala.

 

Si una sola persona, mujer u hombre se cuestiona esta realidad social, entonces esta nota ya habrá valido lo suficiente.

 

Sigue adelante.

 

*Nombres cambiados por respeto a su privacidad.

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