Carlitos






De pasada por Pasacaballos conocí a Carlitos, es un niño  negrito, flaquito y chiquito, pero parece un pescao, nada como un viejo y sonríe como un bebe, se tira sin prevenciones en el caño, aunque esa agua ni siquiera se puede beber, parpadea con ligereza para que sus pestañas lo dejen mirar la canoa desde donde se lanza, creo que imagina que es una especie de tobogán, tal vez no los conoce, nunca habrá oído de ellos, sólo conoce el trayecto de su casa al caño y de ahí al colegio, su única diversión son las corrientes que siente debajo de sus pies, el frio del agua que le refresca la espalda y la cerca que le sirve de tendedero.

Como Carlitos cientos de niños espantan la rutina, el sonido del piko, las peleas por comida, la falta de oportunidades, el desdén propio de los adultos y la falta de interés colectivo por producir y mejorar la calidad de vida, en los caños, cada vez más sucios, cada vez más olorosos, cada vez más negros, cada vez más insalubres, cada vez más reducidos, aún así, se divierten Carlitos y sus amiguitos.

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