El Titirifestival






Como todas las noticias culturales en Cartagena, me llegó a las manos casi por casualidad la invitación al 10 Titirifestival, la apertura para una semana jugosa donde el arte, las telas, el algodón y la felpa harían su aparición en bambalinas.
El plan de ver títeres bailar, cantar y actuar era cautivador para un niño y el elegido fue mi sobrino, un gordito de 3 añitos con suficiente energía como para 10 funciones. La cita era en el Cavi del Castillo San Felipe de Barajas y las 4:00Pm era la hora.
Llegamos muy orondos, ya había empezado la función, risas y juegos se escuchaban entre el público y una abuelita con gafas y un bastón hacia su acto de presentación, casi podía sentir su mirada, era de trapo, pero sus ojos algo expresaban, sus manos tenían arrugas, tejidas con hilos que le hacían forma de comisuras, la voz de fondo expresaba sentimientos y los niños motivados ante estos respondían con inocencia a sus requerimientos.
Aunque era una función entretenida a mi sobrino parecían gustarle más los dinosaurios, esos que me obligó a empacar antes de salir de la casa, sólo los gritos de la abuelita titiritesca llamaban su atención, se detenía a observar pero al cabo de 2 minutos volvía a su diversión. Lo reconozco, creo que en el fondo me divertí más yo.
Salimos y una horda de gente caminaba el Castillo, iban como ganado y decidí seguirlos para ver qué sucedía, el gordito me siguió y vi como sus ojos recrearon su imaginación, guerreros caminaban y espadas rechinaban el sonido de una aparición, eran los mismísimos piratas recorriendo el Castillo, haciéndole creer a niños como mi gordito que los corsarios y las espadas por lo menos en ese lugar aún existen.
Recorrimos todo el Castillo, nos metimos por los túneles tramposos, los pasajes oscuros, las escaleras empinadas, nos sentamos, escuchamos, vimos e hicimos todo lo que se podía hacer, mi chiquitin disfrutó, corrió y molestó, jugó hasta decir no más y me pidió el retiro, cuando nos devolvimos, veníamos cansados, pero ya para ese momento habíamos recorrido el Castillo, su mirada ahora guardará para toda su vida este recuerdo, una tarde de risas, pilatunas y juegos.
Hoy lo escribo para que lo recuerde, por si los miedos cuando crezca le quitan la fantasía y no lo dejan mirar los buenos momentos, para que se vea a si mismo divisando el horizonte, para que se reconozca fuerte y valiente frente a los piratas, para que se admire de su resistencia y para que valore su existencia.

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