Segundas oportunidades

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Cuando aquella mujer entró al almacén todos quedamos en silencio, caminó con la seguridad que se le nota a las mujeres cuando se sienten hermosas, con paso firme, la mirada fija, el cabello ondeando en el aire con cada movimiento, no sé si me lo imaginé pero hasta su perfume cautivó el ambiente. 

Tomó prendas con solo mirarlas, buscó tallas, levantó camisas, revisó detalles, esculcó botones y no tardó más de 15 minutos, porque era evidente que sabía lo que quería. Era una mujer elegante, alta, de columna erguida, hombros relajados, piel radiante, cabello largo. 

La vendedora pesó la ropa, son en total 20€ exclamó, ella pagó sin cruzar muchas palabras y salió del lugar ante la mirada expectante de quienes la seguíamos viendo, mas porque no podíamos quitarle los ojos de encima que por real curiosidad. 

Es actriz, dijo la vendedora, viene todas las semanas, un icono de la moda, la llamamos cada vez que nos traen nuevas prendas, sonrió con complicidad, como si decirnos eso, fuera a quitarnos cualquier rastro de vergüenza o asegurar nuestra fidelidad. 

Esta experiencia me pasó en el barrio de Malasaña, en una de las tantas tiendas de segunda mano que existen en Madrid, desde que llegué a esta ciudad descubrí la moda en formas que nunca antes había sospechado, especialmente por lugares así, donde comprar la ropa que otros han usado está muy lejos de ser un signo de pobreza, está asociado al estilo, a la originalidad y me atrevería a decir al amor propio, porque cuando no te interesa lo que otros piensen de ti, estás cruzando la orilla del “no me importa el qué dirán” para no regresar. 

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El cambio climático y la consciencia de que algo estamos haciendo mal en el planeta, parece que ha comenzado a darle lugar a estos sitios que han existido desde siempre en las ciudades más cosmopolitas, son las llamadas tiendas “vintage” donde actrices, actores, hippies y personas en general se atreven a rebuscar pantalones, camisas, chaquetas y trajes que otros lucieron en diferentes épocas, para construir un nuevo estilo o revivir alguno que nunca pasa desapercibido. 

Aunque en la actualidad este movimiento de ropa de “segunda mano” está respondiendo más a las necesidades del mercado y a los altos costos de vida, que a buscar alternativas de moda. 
 
Y es que siendo honestos el consumo se nos ha salido de las manos, compramos cosas que nunca usamos o usamos poco. Así que es una buena señal la proliferación de tiendas físicas y online que te venden la camisa que puedes comprar en cualquier tienda común, pero por la cuarta parte de lo que pagarías, básicamente porque alguien ha decidido que ya no le gusta o simplemente ha cambiado de talla. 

Esto por supuesto también refleja un segundo problema y es que prácticamente todas esas tiendas reciben la ropa de donaciones de empresas o de la gente y con las ganancias dicen responder a objetivos sociales como asistir el hambre o a las necesidades de los países más pobres, en lugares donde comprar ropa es todo un lujo, pero ¿quién es veedor de que esto sea realmente así? 

También está el hecho de que existe gente miserable que cree que sus cosas aunque tengan aspecto de porquería pueden ser compradas por otros solo porque las han usado ellos, de eso he visto y mucho en internet, un poco de sentido común es necesario para no caer en actitudes viles en nombre de una ética inexistente que se refleja en este tipo de comportamientos. 

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Lo cierto, es que siempre será una buena señal de que algo está cambiando que podamos apostarle a alternativas más ecológicas, que le dan oportunidades a la ropa, a los objetos o a cualquier cosa, porque si no lo recuerdas de las clases de biología y ciencias naturales del colegio, los recursos naturales son limitados.

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