El taxi, Paris, Pablo y yo
Paris es una ciudad que me dio
muchas sorpresas, esa interculturalidad, y ese ritmo que no para, abrió la
visión que tenía hasta ese momento de una Europa tranquila, protectora, segura
y sin riesgos.
Fue una noche cuando tomé un taxi
para ir a mi apartamento, que me topé con esa verdad que a veces trato de
ignorar desde que vivo fuera de Colombia, pero que sigue vigente al día de hoy
como si no hubiera muerto, el mito de Pablo.
El argelino que conducía mi taxi me
preguntó de dónde era, al responder colombiana, sonrió con malicia y se explayó
con felicidad contándome que de ahí era su ídolo, que alegría sentí por
segundos cuando escuché su respuesta, ¿quién? Shakira me adelanté, a lo que el
hombre respondió con burla y una mirada en su retrovisor, que más pareció una
expresión de estúpida que otra cosa ¡no¡ afirmó con vehemencia, Shakira solo me
gusta por como se mueve, Pablo, Pablo Escobar, algún día quiero ser como él…
Me quedé fría, pensé que era una
broma y le dije que no era posible que su ídolo fuera un narcotraficante
asesino, el chasqueó con sus labios y acto seguido puso en la pantalla de su
auto el tráiler de la serie de Pablo en Netflix, ahí supe que no me imaginaba
nada, que él era un fan más y yo una colombiana más, escuchando una vez más la
celebre historia de Pablo; por eso decidí desde aquel momento documentarme un
poco más sobre su historia, para que otros no la cuenten como heroica, y cuando
me pregunten tenga algo más que decir que lo que ellos ven.
Aunque reconozco que el pudor en
ocasiones me detiene, leer las narraciones de la sevicia con la que Pablo
enseñaba a matar y todas las atrocidades que cometió, me espantan, es una
historia que no quisiera contar, pero que prefiero narrar yo cuando me
preguntan, a que lo hagan otros a su antojo.
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