¿Cuál es mi papel en el mundo?
Es la pregunta que me he hecho luego de toparme con
intensión con una página web de periodismo alternativo que narra crudamente las historias de vida de cientos de personajes anónimos que hoy son protagonistas de la violencia en el mundo.
Países como Ruanda, Nigeria, Marruecos, Salvador, Brasil y
por supuesto Colombia, son parte de un grupo de reportajes que narran cómo
mujeres, niños, niñas, adolescentes y hombres sufren cada día los flagelos de
sociedades que los anulan y más tristemente la ausencia de los derechos humanos
que tanto se defienden en los medios y en las organizaciones internacionales, pero poco en las acciones de los
gobiernos.
¿Cuál es mi papel? Me pregunto, cuál, contarlo aquí, decir
que lo que leo, veo y escucho ¿luchar? Unirme a redes, ONGs ¿promover
la paz? Cuál, no puedo parar de hacerlo, porque en mi mente sumo
con desesperanza cada vez que he compartido estos temas con amigos y se convierten
en una historia más de nuestra página social, peor aún, el dolor de saber la
frustración nos llevan a anular la conversación y pasar la página, nuestras
almas no soportan ese nivel de realidad.
No es esta una nota de lamento, aunque mi alma y mi cuerpo
saben cuán doloroso es pensar en esto, es una pregunta abierta que quisiera que
por pocos minutos mis amigos, mis vecinos, mi pareja, mis padres, mis hermanos y todo
aquel que quiera y sienta que se la puede hacer lo haga ¿cuál es mi papel? más allá del rol social que hoy desempeñamos, de la ropa que vestimos, el
trabajo al que vamos, la comida que probamos, es inevitable que nos cuestionemos qué papel estamos desempeñando en la sociedad como seres humanos, en estos momentos de cambio, tiene más sentido que nunca.
Hay tantas pequeñas cosas que podemos aportar a los demás, a
nuestro entorno, a nuestras familias, tantas pequeñas acciones cargadas
de misericordia, de amor, acciones anónimas, simples, probablemente frente a la mirada de los demás sin importancia, pero para quien las recibe seguramente representa un bálsamo para su vida. A veces sólo una palabra puede cambiarle la vida a una persona, puede alegrarle el día, puede romper miedos, puede provocar valentías.
No necesitamos realizar acciones heroicas, grandes donaciones o voluntariados agotadores, nos han enseñado que ser útiles para una causa (la que sea) requiere de grandes esfuerzos, sacrificios y estoy convencida de que es todo lo contrario. Tal vez por eso muchas personas ni siquiera se proponen servir a los demás como una meta de vida, porque lo encuentran tan lejano y demandante que no se sienten a la altura de un reto así. Y ¿si no es así? y ¿si es más simple e invisible?
No necesitamos el reconocimiento de nadie por hacer el bien, los aplausos, las fotos y las glorias sobran cuando se trata de servir, hablo de una posición personal, no empresarial, la RSE (Responsabilidad Social Empresarial) es otra cosa, son relaciones públicas, no las incluyo en esta reflexión.
Si decidiéramos tan sólo por unos minutos reflexionar de
verdad cómo podemos poner nuestros talentos a favor de alguien que los necesite, probablemente esa pregunta comenzaría a tener sentido y la ausencia
de un rumbo, que amenaza la salud mental de muchos, dejaría de ser una
preocupación y sí una ocupación en su vida.
Cuestiónate ¿cuál es tu papel en el mundo?
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