¿Dónde está el aporte social de los profesionales?

Por estos días me ha sobrevenido una reflexión que se cimienta en la actual promoción de varias ONG que ofrecen programas de voluntariado para las personas que quieran hacer acciones benéficas paralelamente a sus ocupaciones, las opciones van desde unirse a campañas en contra de la pobreza extrema, colaborar con la construcción de viviendas, donar ropa, alimentos, tiempo para actividades con comunidades y un sin número de ofertas.
En ese sentido observo que abundan la oferta, pero es poca la demanda, en algunos casos porque el rol de la ONG en la sociedad se ha tergiversado  y  pasó de ser una organización sin ánimo de lucro, direccionada a la realización de proyectos sociales, para convertirse en la salida social de las empresas que ven en su conformación una salida para evadir impuestos, sin ningún beneficio real para las comunidades.
Al margen de todos los desmanes que ya se conocen sobre estas organizaciones, aún existen muchas que si trabajan por mejorar la calidad de vida de las comunidades con quienes trabaja, a esas precisamente los profesionales les deberían apuntar, para seleccionarlas se necesita criterio, sentido común y por supuesto perspicacia para saber si en verdad emplean sus proyectos en realizar obras sociales.
Todas las carreras desde técnicas a profesionales, tiene un objetivo relacionado con la productividad en una sociedad, si cada profesional dedicara  15 minutos del día a aportar algo de sus conocimientos para contribuir con alguna obra social, a la semana estaría aportando 2 horas, al mes 8 horas y así  habrá invertido 1 día de su mes a generar procesos de cambio que ayudarán a disminuir en menos tiempo problemáticas sociales que al final de la jornada también lo afectan.
No todas las actividades benéficas las debe realizar desde las ONG, también están las iniciativas ciudadanas, personales o familiares, piense en cuántas personas a su alrededor necesitan su ayuda o quizás un consejo profesional para iniciar una idea de negocio o resolver una tarea.
Parece algo común y que se hace, pero el aporte que aquí sugiero no es el consejo matutino a la amiga, el mini mercado al que llegó pidiendo comida en su casa por necesidad, o el préstamo que le realizó a algún vecino, me refiero a la capacidad de aportar sus conocimientos, sus habilidades, competencias, aquellas que le permiten ser productivo en su día a día en beneficio de los demás.
¿Cómo? Piense, si usted trabaja en un salón de belleza, puede ayudar a personas que no tienen recursos a cortarse el cabello, una iniciativa la vi hace poco en un asilo, en una jornada le hicieron cortes de cabello a abuelitos y esta persona no sólo contribuyo con su oficio también aportó beneficio emocional.
Si  es docente, un taller o una clase gratis para algún grupo sobre un tema de relevancia, recuerdo a una economista que se interesó por enseñar en su comunidad a un grupo de comerciantes sobre el TLC, resolvió dudas y además aportó ideas.
Si es ingeniero civil, ambiental u otro, observe si en su comunidad hay parques con los que pueda aportar algo de su profesión para crear un proyecto.
Las posibilidades son muchas y es cierto que a veces nos limitamos a dar lo que nos sobra, esto no es un consejo de motivación personal, es una iniciativa real basada en la necesidad inminente de promover un aporte social en la comunidad que parta desde las habilidades en la que nos formamos.
Todo profesional desde el inicio de su formación debe buscar la forma de dar un aporte a su comunidad y a su entorno, más allá de los impuestos que pague, más allá de las eventuales buenas obras que haga, es un trabajo constante que no debe aparecer en diciembre cuando el niño Dios toca la puerta a pedir lo que le sobra.





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