A mi también me ofrecieron ser prepago

Este  no es un escrito para hacer apología sobre los cuestionamientos sociales que han hecho tan famosas a las prepago  y que conocemos de sobra quienes por curiosidad, búsqueda  o simple “casualidad” hemos descubierto en un zapping en las novelas del prime time de las cadenas nacionales.
Este es más bien un relato personal sobre la forma cómo muchas mujeres, niños, niñas e incluso hombres caen en las garras de un osado proxeneta que con artimañas y su lengua lasciva se lanza a la caza de deseos que termina convirtiendo en realidad, no sin antes despojar de toda dignidad el cuerpo y el alma de quien caído en sus garras se convierte en un artículo más de su negocio.
En un día común, de esos en los que te levantas para ir a la universidad, te vistes como si no fuera a pasar nada extraordinario y vas contando en el camino la lista de cosas por hacer y cuánto vas a gastar en alguna tontería, un hombre bien vestido, con cara agradable y sonrisa cautivadora se me acercó en pleno Centro Histórico de Cartagena, y sin mediar palabra me entregó una curiosa tarjeta que decía textualmente “ Quieres ser parte del club de prepagos universitarias, llámame cel xxxxxxxxxx” sorprendida por ver el atrevimiento del hombre que ni siquiera se detuvo a esperar mi respuesta y presionada por la mirada de los taxistas, particulares y transeúntes que pasaban en ese momento por el Camellón de los Mártires, presa de la vergüenza que sentí por descubrir que un hombre me había visto perfil de prostituta y que peor aún lo había proclamado ante la mirada atónita de quienes pasaban, partí la tarjeta en tantos pedazos como pude, para que nadie pudiera armar ni de broma ese rompecabezas.
Luego de este hecho pensé durante el camino que me faltaba por llegar a la universidad, cuántas de mis compañeras, amigas o vecinas habían experimentado esta situación y por temor, vergüenza o por aprobación hasta ese momento ninguna me había comentado nada y en nuestras conversaciones sobre prepagos jamás había trascendido que alguna de nosotras pudiera ser también parte de este aparente “indeseable”  club.
Seguramente, pensé, yo hacía parte del grupo de jóvenes que de alguna forma prefería ignorar esta situación y que sin embargo, la vivía día a día, no en vano mis compañeras y yo de vez en cuando lanzabamos uno que otro comentario insinuando que esta o aquella parecía  prepago y aunque había preferido alejarme del tema, al vivir la experiencia desde cerca sentí curiosidad por descubrir un poco más.
De esta forma y encontrando la ocasión en algún momento me topé con una conocida modelo de protocolo de la ciudad, que después de hablarme sobre las amigas que ella creía muy seguramente ejercían el oficio de prepago, no sin antes aclarar vehementemente que ella ni por casualidad lo era, entre retoque y retoque en el baño le pregunté y ¿cuánto crees que podría cobrar yo? Ella sin la más mínima sorpresa y al contrario muy decidida dio respuesta a mi interrogante,  con detalles que dejaban ver un conocimiento un poco más de lo esperado, quedando claro en ese momento que no solo conocía sino que hacia parte del afamado club, al cabo de una incómoda pausa ambas nos miramos coincidiendo en la afirmación y luego sencillamente preferimos ignorar el episodio que a ella la dejo en evidencia y a mí con ganas de huir del lugar.


PD: Cualquier precio es poco, cuando se trata de la dignidad humana.

Comentarios

Entradas populares