Una vida “normal” en la pandemia

Gran Vía, Madrid-España.
Sé que me meto en una camisa de once varas al dar mi opinión sobre vivir una “nueva normalidad” pero lo voy a hacer, saben ¿por qué? Porque creo firmemente que no hay peor cosa que vivir una vida llena de miedos.

Tratar de “normalizar” la vida después de una cuarentena con un virus rondando en el ambiente, que carga en su saco miles de muertos alrededor del mundo y sigue sin poderse controlar, es algo muy difícil de digerir, más aún cuando los medios de comunicación, la publicidad, las marcas, los letreros, las app, tus padres, tu pareja, tus amigos y todo, absolutamente todo el mundo te recuerda que está ahí.

 

Seamos honestas, esto ha sido realmente agotador, nunca nada nos había unido tanto para bien y para mal. Ahora bien, la vida continua y para nuestro pesar o no, el virus sigue por ahí saliendo a gotas en el estornudo desprevenido de alguien asintomático o escondido en cosas que tocamos por segundos, sin saber que nos podrían dejar una huella para toda la vida.

 

Normalizar la vida cuando has escuchado historias tan aterradoras como la de aquella chica que perdió con una semana de diferencia a su madre y a su abuela, sin poderse despedir, después de haberlas visto salir caminando de su casa con la promesa de regresar, es simplemente desgarrador. Cuando saco las cuentas de la gente que ha caído enferma por el Covid, hago silencio, el mismo con el que enfrenté la enfermedad.

 

Por eso y porque nadie nos puede imponer una “nueva normalidad” moral, decidiendo con sus juicios sobre si hacemos lo correcto o no, hago un llamado a comprender la importancia de la RESPONSABILIDAD, esa gran olvidada de las conversaciones sobre otros y de las críticas que miran el tronco en el ojo ajeno.

 

Lo que sabemos hasta ahora del Covid es que hay conductas y mecanismos para tratar de evitarlo, sabemos la importancia de ser conscientes del peligro de tener enfermedades de base, de ser mayor, de convivir con personas que no se aíslan y mantienen conductas peligrosas, de encontrarnos con gente irresponsable que no usa los elementos mínimos para cuidarse y una larga lista de cosas que aunque parecen del sentido común, para muchos no lo son.

 

No podemos parar la vida, no podemos asumir que no tenemos la responsabilidad de tomar decisiones, de decirle que no a aquel amigo que sabemos que es un desordenado, de bajarnos del carro por un conductor imprudente, de decidir no celebrar aquella fecha que aunque nos parezca importante no se puede celebrar porque podemos poner en peligro a los demás, de quedarnos en casa, aunque queramos ir a esa divertida clase.

 

Pero podemos decir que sí a encuentros donde creemos coincidir con gente que respetamos y nos hace sentir confianza, podemos comer en ese restaurante que nos ha mostrado que tiene protocolos de bioseguridad, podemos ir a ese viaje y hospedarnos en ese hotel que respeta que estamos en medio de una pandemia y se encarga de limpiar y tener todos los detalles necesarios para nuestra tranquilidad.

 

Tratar de normalizar la vida se trata de mucho más que activar la economía, es apostar por la confianza, el respeto, la comprensión, la autoevaluación, la consciencia de saber que somos parte de una red donde nuestras acciones impactan al otro, su trabajo y su vida.

 

Nada, ni absolutamente nadie nos asegura que no nos vamos a enfermar y si no imaginen la marginación en la que vivirían las familias de los médicos, las enfermeras o de todas aquellas personas que nunca han podido hacer la cuarentena y que se enfrentan cada día a la posibilidad inevitable del contagio.

 

No podemos vivir en una permanente desconfianza, tenemos que dar pasos, caminar y sí ver qué pasa, asumir responsablemente que si queremos salir y tener encuentros también debemos evitar conductas que nos pongan en riesgo, autoevaluarnos, ver nuestras posibilidades y cuidar de los demás, respetar, porque eso haces cuando amas y consideras al otro y ser valientes para decirle que no a las cosas que no nos cuadran mientras nos adaptamos.

 

No hay forma de controlar la conductas y acciones de los demás, pero sí puedes asumir con propiedad las tuyas, así eso signifique quedarte en casa porque con esa acción sientes más tranquilidad.

 

En conclusión, se trata de responsabilizarnos de vivir un buen presente, para tratar de asegurarnos un futuro, todo es incierto, pero al menos, saber que lo has intentado, que has hecho lo mejor que has podido, es la mejor forma de comenzar esta nueva etapa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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