El día 15


Las sirenas de las ambulancias suenan a cada momento, aunque trato de ignorarlas por salud mental, se me hace imposible, están ahí, y me recuerdan que afuera en las calles de la Madrid ruidosa, de cañas, tapas y jamón, está ocurriendo una tragedia, hay un virus entrando a las casas, a las residencias, a los apartamentos, llevándose a todo aquel que tenga un sistema inmune débil o que por la edad ya no se pueda defender.
Jamás imaginé estar en medio de una pandemia, nadie en realidad.
Pero lo cierto es que no es lo mismo que te agarre lejos de tu familia, la cuarentena y la posibilidad de la muerte así tienen mucho de incertidumbre, pero honestamente también de tranquilidad. Llegados a este momento de poco o nada sirve lo que hayas acumulado, por eso es mejor no tener nada, ojalá que todo lo que poseas siempre se pueda regalar.
Madrid es mi casa, mi hogar desde hace un par de años y me rompe el corazón saber que sus habitantes sufren, para quien no ha vivido aquí, están muriendo centenares de personas, cifras como fríamente leo en las noticias, pero para mi, son los vecinos con los que te topas en la puerta, los que saludas en los cafés, los que te sonríen en el parque, los abuelos de mis amigos, la gente querida, la que hacen de una ciudad algo bello, memorable. Reconozco que siento pena de salir cuando todo termine y sacar silenciosamente las cuentas de quienes faltan...
Soy una optimista insoportable, y esta no es la excepción, por eso guardo la esperanza de que de aquí salgamos menos egoístas y más solidarios, más conscientes de que no podemos seguir justificando nuestra falta de voluntad, de compromiso, de seriedad, de respeto, atribuyendo a las tareas del mañana lo que dejamos de hacer hoy, porque el mañana nos trajo a todos una pandemia y luego no sabemos qué más.
… Afuera ya es primavera, se siente en el aire, en la intensidad del sol y en el cambio de temperatura, ya habría asomado mi nariz por las rosaledas del parque El Retiro y admirado el horizonte desde el Paseo del Prado, cuando lo haga les haré fotos y las compartiré, para recordar aquella frase hoy casi lapidaria de Neruda, podrán cortar todas las flores, pero nunca detendrán la primavera.



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