Hablemos sobre la muerte


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Hace poco leí la entrevista del ex ministro de Salud de Colombia Alejandro Gaviria en la Revista Semana, su perspectiva de la vida y la forma desparpajada como planteó su paso por el cáncer y su concepto sobre Dios me inspiró a escribir esta nota, sí, sobre la muerte, porque siempre parece que le rendimos pleitesía a la vida, pero solo cuando le vemos la cara de cerca a la muerte nos enamoramos realmente de ella.

Unos buenos amigos españoles, siempre me hacen la broma sobre el miedo de los colombianos a los chistes sobre la muerte y es verdad, nuestras creencias nos hacen tenerle pánico, vivir con el temor de conversar sobre ella, no se admiten chistes, pero tampoco conversaciones, en los velorios todos estamos callados recordando lo maravilloso que era el muerto y en silencio juzgando sus malos pasos.

En la Rueda de la Vida, la psiquiatra Elizabeth Kübler Ross, escribía sobre este temor y narró a través de varios testimonios de enfermos terminales cómo la vida se ve tan agridulce cuando estás a las puertas de algo que ni siquiera conoces, susurrando con angustia cuántos pasos pudiste dar, cuántas miradas al sol, cuántos lamentos totalmente evitables, pero también la mirada de quien se va en paz, porque sabe que ha vivido la vida que deseaba vivir, la que eligió, la que soñó.

La muerte es distinta para todos, pero siempre nos iguala en la forma, somos olvido nos guste o no, aves de paso, viviendo la vida bajo las creencias que elegimos, los amores que encontramos y los juicios que soltamos.

Decía sabiamente Elizabeth que todas sus investigaciones, pacientes y casos la llevaban a una conclusión: “Es el miedo en sí lo que nos produce tanta desdicha en la vida, no las cosas que tememos. El miedo usa muchos disfraces: ira, protección, autosuficiencia”.

Y como si el destino jugara a los dados, mientras pensaba en escribir esta nota me entró una llamada, una atenta señora ofreciéndome un seguro que cubría todos los gastos del funeral.
-Señora Ledy, escúcheme este seguro le incluye el entierro, las flores, la repatriación…
Y le falto decir los caprichos que en vida pueda tener, siempre me sorprende este castellano claro y sin rodeos de España, lo que me hizo sentir un escalofrio y también recordar aquella historia de una amiga, cuya hermana  sabiendo que estaba a punto de pasar a otra vida, se tomó el tiempo de mandar a hacerle ropa a sus hermanas, para que fueran glamorosas al funeral, decidió cada detalle, las flores que quería, el lugar, el cajón, su ropa, sus accesorios, ya que se iba a morir que fuera a su gusto, algo bello, qué más daba.

Pues yo no hice poco con el funeral de mi madre, repartí entre sus hermanas, sus mejores camisas y zapatos, ya no haría falta tener esa ropa en casa, que se vieran bellas, eso es lo que ella habría querido, yo también me arreglé, me maquillé y salí ahí, a ser la anfitriona, la hija de Yolanda, a vivir la vida que ella me regaló y a llorar su duelo, sí, pero a vivir, porque finalmente ese es el privilegio que tenemos quienes podemos.

Por eso cada año me siento más agradecida por la vida, la que sea que tenga que vivir, yo he sido una mujer feliz, en las formas que he encontrado de definir la felicidad y con eso me levanto al día siguiente y al otro y al otro, esperando repetir la formula o por lo menos ajustarla, cambiarla o lo que sea, porque quién entiende al universo.

Sabiendo esto, creo que nos debemos cuestionar siempre qué estamos haciendo para vivir la vida de la mejor forma que podemos vivirla y cuando nos invada la tristeza o las preocupaciones, creo que es un buen ejercicio mirar alrededor y darnos cuenta de los privilegios que nos rodean, de la gente hermosa que nos ama y amamos y sobre todo de lo que hoy podemos hacer, porque sí, así es la vida, nos guste o no vivimos del azar, nadie se quiere ganar esa balota, pero se la gana, entonces para qué esperar a tenerla en las manos, para cuestionarse, mejor que sea ahora.

Finalmente, no deseo convertir este blog en un espacio de superación personal, pero si te llega el mensaje y ese es su fin, pues me alegro. Aquí les dejo esta frase del libro de Elizabeth que les recomiendo porque me encantó, su mirada fría, clara y experimentada sobre la muerte nos deja más lecciones sobre la vida:

“Vive de tal forma que al mirar hacia atrás no lamentes haber desperdiciado la existencia. Vive de tal forma que no lamentes las cosas que has hecho ni desees haber actuado de otra manera. Vive con sinceridad y plenamente. Vive”.



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