La clase de defensa personal


España me ha permitido explorar Hobbies y actividades que estaban reservadas para ese algún día que nunca llega hasta que te decides a hacerlo.

Así que me decidí a hacer un curso de defensa personal, quería explorar mi fuerza, pero sobre todo conocer qué herramientas tenía a mi favor frente a una posible situación de violencia, así que me inscribí en el curso que el ayuntamiento de Madrid dispuso para las mujeres, porque estaba dirigido a ellas, pues las cifras de violencia contra la mujer han aumentado y los casos ya han llegado a escandalizar sobre lo que ya es un escandalo.

Este tipo de iniciativas me parecen de lo más acertadas, especialmente porque a las mujeres nos enseñan ante todo que mostrar fuerza o dureza es casi un atentado a nuestra feminidad, es parecer machorras o peor aun, es aprender a ser "violentas" mientras al mismo tiempo nos lanzan el doble mensaje de que nos tenemos que cuidar ¿cuidarnos?, ¿a cachetadas como en las novelas?, ¿con uñas?, ¿jalando pelo?, ¿te lo has cuestionado?, ¿cómo te vas a defender? 

Pues bien, en una de las clases a las que asistí el ejercicio me estremeció por completo, básicamente el instructor nos explicaba sobre ciertas acciones que debíamos tener en cuenta para evitar situaciones complicadas (violaciones, abusos, robo, golpes, etc.), por ejemplo, nos dio ciertos consejos como: si usted va a media noche por un parque no se ponga los topitos del teléfono, observe a quienes están a su alrededor, cruce la calle si ve a alguien sospechoso y un largo etc., que a medida que escuchaba más me parecía una tomadera de pelo, entonces decidida y casi indignada levanté la mano a preguntarles a mis compañeras (casi todas españolas) si en verdad les tenían que enseñar esto, todas me miraron con cara de asombro y vi en su rostro la misma indignación que probablemente mis cejas expresaron, por qué creía yo que ellas estaban mal, por qué creía yo que vivir con miedo era natural, por qué creía yo que caminar rápido y pedirle a mis familiares que tomaran las placas del taxi era algo normal, por qué había normalizado la violencia a tal punto que además me indignada de que otras no lo hicieran.

Y sí, yo la había normalizado, esa larga lista de consejos me los había repetido mi madre, mi padre, mis amigos, mis familiares, mis profesores, los noticieros, los reforzaba con mis amigos, con los periódicos, con todo y nunca realmente lo cuestioné, porque en el fondo me dije a mi misma el mundo es así, hay que saberse cuidar, y no fue hasta que salí de mi mundo que me di cuenta que hay otros donde hay derechos que tengo garantizados, donde puedo caminar a media noche sin que me violen, donde tengo opciones, donde puedo elegir, donde sentí el peso de las piedras que cargaba, donde entendí el valor de sentirme segura, de poder ser mujer sin que eso implicara temor.

Es cierto, no es perfecto y nunca lo será, porque cada lugar tiene sus propios peligros y por eso veo con tristeza que a algunas les hayan tenido que empezar a enseñar aquello que yo a gusto he comenzado a soltar.

Pero esto también me puso a reflexionar ¿realmente podemos pedirles a todas las mujeres que luchen desde el feminismo por igual? desconociendo su cultura, el lugar de donde vienen, donde viven, los temores que cargan, el sistema que las oprime, los hijos que parió…Ser mujer es mucho más que un simple listado de necesidades, deberes y derechos.

Cada día me concilio más con la idea de que no habrá una lucha real, si no nos comenzamos a poner en el lugar de las demás, necesitamos empatía, necesitamos comprensión, necesitamos reconocer que a todas nos oprime el sistema, quizás no de la misma manera, pero de una u otra forma lo hace, así que, qué tal si comenzamos por reconocerlo, por aceptarlo y por invitar a las otras a unirse sin juicios, en sus propios tiempos, sin dar por hecho que alguien debe o tiene que hacer algo, sin asumir que mis ideas son mejores o superiores a las de las demás, si esas ideas no despiertan a tu madre, a tu hermana, a tu vecina, a tus primas, a tus amigas, a quienes te importan, entonces nos tenemos que cuestionar.

Se trata de buscar las ideas con las que te sientas más cómoda, que se ajusten o sean más cercanas a tus puntos de vista, también date la oportunidad de explorar nuevas perspectivas, debate, asómate y pierde el miedo a encontrarte con el feminismo, creo honestamente que es el comienzo de un viaje que tiene un puerto seguro, tu crecimiento, decidas o no quedarte.

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