El día de Angélica

Angélica despertó abruptamente y se incorporó en su cama, ¿Qué día es hoy? Pensó durante unos minutos, mientras limpiaba su cara y acariciaba su cabello ¡El día de tu cumpleaños! El día más feliz de mi vida exclamó en voz alta y estruendosa, quería que todos escucharan, sus vecinos, su familia, hasta sus amigos que no vivían cerca, ese era su día más especial.
De un salto cayó al frente del baño y comenzó su rutina del día, se miró en el espejo y vio que tenía algo diferente, no sabía expresar qué era exactamente lo que había cambiado, pero después de un año de su último cumpleaños, por supuesto que habrían cambios, así que dejó para luego la observación y continúo su rutina.
Al salir del baño sintió ese olor, que rico pensó, café con leche y tostadas con queso, las de siempre, pero hoy eran especiales, porque era su cumpleaños.
Se cambió y se puso el vestido más bonito que encontró, el del tejido de algodón y el lazo de seda amarillo, le gustaba la combinación y disfrutaba sentir el suave cosquilleo que hacían los hilos de la costura justo en el inicio de su espalda.
¡Mamá! ¡Papá! ¡Pablito! Nadie contestó, qué raro, se dijo a sí misma, no hay nadie en casa, al caminar un poco más descubrió la mesa con un desayuno recién puesto, eran huevos revueltos con cebolla y tomate, café con leche, tostadas con queso, tal como había olido, su rostro cambió de semblante y sintió mucha felicidad por el gesto, pero al mismo tiempo tristeza, por qué no se quedarían a acompañarla, si todos los días lo hacían, en este día en particular debía ser especial, todo debía ser diferente.
Angélica desayunó, aunque no con toda la alegría que esperó, al llegar a la cocina habían platos sucios y algunas ollas de la noche anterior, así que decidió lavar la losa, y mientras lo hacía observó a su vecina regar las plantas de su jardín, a Jhon repartir a gritos el periódico, narrando los titulares, y a coquí, su perro el travieso, todos inmersos en la misma rutina, era un día común para todos, bueno, aunque no lo era para ella, reflexionó.
¡Ring! ¡Ring! ¡El teléfono! exclamó, debe ser para mí, corrió y en casi tres zancadas estaba frente a la mesa; hola, respondió sonriente, del otro lado una contestadora automática solicitaba autorización para hacer una encuesta de telefonía móvil, ahh lo mismo de siempre y colgó.
Ya habían pasado tres horas desde que se había despertado, sus padres no habían aparecido, y nadie había llamado, revisó su teléfono y no tenía ni un solo mensaje de whatsapp, ni notificaciones de Facebook o Instagram, ¿acaso todos habían olvidado su cumpleaños?
Angélica estaba desconcertada, se acostó en su cama, mientras pensaba que algo debió pasar, no era normal que en un día tan especial, todo fuera tan común, en los días especiales, la comida sabe diferente, el cielo se pone más azul, la ropa se ve mejor, la gente sonríe más, los perros ladran menos y mueven más la cola, los buses llegan a tiempo y sin demora, las flores se ven más grandes, el piso más limpio, los amigos son más amables y los padres más complacientes.
Hacía calor, sintió que sudaban sus manos al tiempo que agarraba su almohada con forma de coco, suave, colorida, y olorosa, acostumbraba a ponerle un poco de perfume, le recordaba el mar, las olas, las palmeras, esos ricos jugos de fruta, y ese horizonte que no parecía tener fin, suspiró y cerró los ojos para soñar con aquel viaje que sus padres le prometieron para sus quince años, a Camboya con los árboles, la gente, y todas esas especias.
Pasados unos minutos se dijo a sí misma, voy a salir a la tienda, debo comprar galletas, jugo y frutas para la noche, invité a todos mis amigos, así que debo comenzar temprano, para tener todo listo para la cena. En la tienda la señora Gertrudis la saludó:
--Hola Angélica, pero que linda luces hoy, ese vestido te queda muy bonito, dijo sonriente y con expresión de felicidad
--Gracias respondió Angélica, que la miraba sorprendida porque le pareció que hoy en especial, el cabello de la señora Gertrudis lucía más largo y brillante, y sus dientes más grandes, qué se habría hecho pensó.
--¿En qué te puedo ayudar?
-- Quiero un par de galletas, dos jugos naturales, cinco mandarinas, tres maracuyás, cuatro paquetes de dulces, diez huevos, dos bolsas de harina y nuez moscada.
--Parece que hoy tendrás una reunión
--Eso parece, respondió Angélica, mordiendo sus labios con ganas de decirle que hoy era su cumpleaños.
--Aquí tienes querida, le entregó el paquete y le agregó un par de chocolates
--Wow pensó Angélica, sus favoritos, que amable ¡gracias! Le dijo
Al llegar a casa comenzó a preparar todo, durante el día se dedicó a cocinar, mezcló los huevos con la harina, prendió la batidora, midió la sal, revolvió, probó, agregó más azúcar, sirvió en el molde y de último puso un poco de nuez moscada.

Limpió la casa, y sintió el perfume del lava pisos más aromático que nunca, incluso creyó que era nuevo, pero era el mismo de siempre, que raro, continúo.
Salió al patio y miro hacia el cielo, estaba azul, parecía dibujado, y una bandada de pájaros pasó justo en el momento que ella miraba, tenían forma de V, ya había visto en un documental que era la forma que escogían para volar en conjunto y ayudarse como grupo, que lindo era eso, que bonita forma de ayudarse, susurró.
Recogió la ropa que aún estaba en los tendederos, barrió, acomodó las sillas, limpió las travesuras de su perro, prendió la lavadora, y sacó la ropa sucia, hoy no había tanta, y no parecía tan sucia, incluso tenía la sensación de agrado por ponerla a lavar, era algo que le molestaba, su madre siempre la regañaba por olvidar lavar su ropa, pero hoy, quería que todo estuviera limpio, así que debía esforzarse más, después de todo era un día especial.
La casa estuvo limpia, ordenada y suavemente olorosa, Angélica había hecho lo que pocos días al año hace, su mamá estaría orgullosa, y su padre la abrazaría para felicitarla, su hermano sonreiría pícaro, pues ya ella había hecho su trabajo, bañar al perro.
El día no podía ser mejor, todo, absolutamente todo había fluido, las cosas habían funcionado, la torta en el horno había quedado en su punto, y la ropa ya había secado, solo faltaba lo más importante, su familia ¿dónde estarían? Y sus amigos, por qué no la habían llamado, ya habían pasado seis horas, el almuerzo estaba a punto de estar.
Estaba realmente feliz, se sentía tranquila, pero al mismo tiempo extrañada por la ausencia de su familia.
¡Hey! ¡Hey! Abrió los ojos, y una voz que se escuchó casi lejana exclamó, despierta Angélica, en cinco minutos aterriza el avión, ¡llegamos! Sonrió su mamá. 

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Un buen cuento, la sorpresa como estrategia. Todo resulta ser un sueño... Recordé los cuentos del gran Julio Cortazar cuando lo leí.

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